En
esto de educar a nuestros hijos e hijas recibimos mil consejos y
orientaciones basadas en teorías complicadas que a menudo se
contradicen. Sin embargo, hoy voy a ir a lo sencillo, voy a hablar
del corazón, de lo que sentimos los padres y las madres cuando pensamos en nuestros pequeños. Definitivamente creo que eso
que no se puede explicar con palabras se llama amor del de verdad,
del que no tiene condiciones ni cortapisas. A veces ese amor se
diluye en preocupaciones, en miedos que apagan nuestra voz interior.
El resultado es confusión y la consecuente búsqueda de respuestas
en expertos que a veces nos confunden más.
Hoy
propongo que desterremos las guerras internas y en silencio
escuchemos lo que resuena en nuestros corazones. Si lo hacemos
sabremos que nuestros hijos e hijas han venido al mundo a
hacer grandes cosas y que nosotros, sus padres, sólo somos sus
guías.
El
convencimiento de que nuestros niños son especiales, que tienen en
su interior mucho que enseñar al mundo y a nosotros también ¿por
qué no?. Esa certeza de saber que han nacido para ser grandes
personas será reconocido por ellos y actuaran en consecuencia. Lo
harán dándonos la razón convirtiéndose, el día de mañana, en
la mejor versión de si mismos.
Por
ello, como padres y madres, uno de nuestros principales aprendizajes
es que debemos de apostar por lo más sencillo: educar con amor,
paciencia y sobre todo con fe en la grandeza de esas personitas que
están a nuestro cuidado y que queremos tanto.
Habrá
quien diga que una confianza desmedida en sus posibilidades les hará
niños consentidos y mimados. Eso puede ser así en el caso del
halago fácil y de la negación de los errores que puedan tener
nuestros hijos. No
hablo de eso, me refiero a tener la certeza y así transmitírselo a ellos de que son
buenos, responsables, conscientes, valientes, cariñosos y mil cosas
más pero que a veces pueden tener ACTITUDES erróneas porque ante
todo son humanos y la vida es aprendizaje. Hay que corregir esas
actitudes teniendo cuidado de etiquetarlos. ¿Cómo? Por
ejemplo si se da el caso de que el niño no quiera prestar sus cosas
un buen modo de corregir su acción sería decirle:Si
tú eres generoso (nosotros conocemos su esencia) ¿por qué no
quieres prestar tus cosas…? ¿qué consigues no prestando a los demás? En lugar de espetarles un ¡¡¡qué egoísta
eres!!! De este modo invitamos a la reflexión sobre un mal
comportamiento y a su corrección pero no identificamos una mala
actitud con la identidad
de nuestro hijo.
En
eso consiste ser un guía. En conocer el secreto de los pequeños
matices, de las pequeñas grandes cosas que hacen que la vida merezca
ser vivida. Si logramos transmitir esto a nuestros hijos e hijas ellos, sin duda, nos responderán de la mejor manera posible: creciendo felices por ser quienes son.
Qué cierto!!! Ser madre(padre) es una gran responsabilidad, y como dices, a veces los "expertos nos confunden".
ResponderEliminarBss